La democratización del conocimiento

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DOI:

https://doi.org/10.59763/mam.aeq.v2i.10

Palabras clave:

Editorial, publicaciones

Resumen

No puede haber conocimiento sin difusión. Para que el conocimiento científico cumpla con su objetivo, llegue y trascienda, debe ser publicado y difundido. Algo necesario e insalvable. No puede existir lo primero sin lo segundo. Dos elementos que a lo largo de la historia han caminado juntos y nos han ofrecido todo lo que ahora conocemos y comprendemos.


La importancia de la difusión del conocimiento ha estado presente en muchas academias e institutos de investigación científica alrededor del mundo. Uno de los mecanismos más habituales para su difusión en tiempos modernos ha sido a través de revistas científicas, cuyo origen se remonta a la segunda mitad del siglo XVII, cuando Francia e Inglaterra publicaron sus primeros volúmenes. A partir de entonces, cada vez más y más revistas científicas han copado todos los espacios del saber.


Si bien el fervor y la habilidad por difundir conocimiento científico ha sido esquivo para el Ecuador durante la mayor parte de su historia, existen algunos episodios que demuestran el interés que tuvo este tipo de divulgación. El primero de ellos se remonta a 1883 cuando se publicó el primer número de los Anales de la Universidad Central del Ecuador, una revista destinada “… al cultivo de las ciencias y las letras”, según se puede leer en la portada de su primer número.


Tuvieron que transcurrir cuarenta y cuatro años para que dichos Anales publiquen un primer artículo en el campo de la mastozoología: “Sobre dos nuevas especies de “Bradypus” de la región costeña de la República del Ecuador” (1927), escrito por Franz Spillmann, un científico austriaco vinculado a dicha universidad.


Durante los once años siguientes, hasta 1938, los Anales publicaron unos pocos trabajos relacionados con los mamíferos del país, en su mayoría sobre especies fósiles y todos escritos por investigadores extranjeros. Desde entonces y hasta el presente, esta revista no ha vuelto a ofrecer nuevas contribuciones en dicha área del saber.

En 1937 apareció la revista Flora, editada por el Instituto de Ciencias Naturales de Quito. Si bien sus números se enfocaban en botánica y en farmacología, en 1944 publicaron el primer artículo científico sobre mamíferos que se haya escrito por un investigador ecuatoriano: “Sobre la existencia al norte del Amazonas de los géneros Atelocynus y Grammogale”, de Gustavo Orcés.


Pocos años más tarde apareció el primer número del Boletín de Informaciones Científicas Nacionales, editado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Durante sus primeros seis años de vida (entre 1947 y 1952), esta revista editó casi una veintena de artículos sobre mamíferos, aunque casi todos referentes a especies fósiles y muchos tuvieron como autor al paleontólogo francés Robert Hoffstétter. Luego de este breve y prolífico episodio, las contribuciones sobre mamíferos nativos en este Boletín fueron escasas y se pueden contar con los dedos de una mano.


En 1963 apareció Noticias de Galápagos (más tarde denominada Galapagos Research), una revista producida por la Estación Científica Charles Darwin, con sede en la isla Santa Cruz, provincia de Galápagos, enfocada en difundir el conocimiento que se generaba en la región insular del país. A lo largo de sus números varias han sido las contribuciones sobre mamíferos nativos o introducidos que han ocupado sus páginas, aunque muchos de estos trabajos han sido resúmenes de las investigaciones que se llevaban a cabo o versiones cortas de artículos publicados en revistas científicas internacionales.


La década de 1970 marcó el inicio del conocimiento biológico por investigadores ecuatorianos, en buena medida gracias a la creación de la carrera de Ciencias Biológicas en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en Quito. A partir de este momento, y de forma progresiva, cada vez más investigadores nacionales se ocuparon en aportar a las diferentes áreas de la biología. Como un mecanismo para difundir este conocimiento se creó la Revista de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, cuyas páginas han publicado varios estudios relacionados con los mamíferos del país.


Pero esta no fue la única revista ecuatoriana de la época. Por los mismos años circuló Politécnica, editada por la Escuela Politécnica Nacional, y, un poco más tarde, las Publicaciones del Museo Ecuatoriano de Ciencias Naturales. Ambas revistas aportaron con varios trabajos sobre mastozoología.


Hasta mediados de la década pasada, ninguna de las revistas ecuatorianas mencionadas, y otras que tuvieron paso fugaz, estuvieron especializadas en el campo de la fauna, peor aún de los mamíferos. De hecho, muchas también incluían en sus páginas temas ajenos y lejanos al conocimiento biológico, hasta la aparición del Boletín Técnico, Serie Zoológica, del Instituto Agropecuario Superior Andino, de la Universidad de las Fuerzas Armadas del Ecuador, con sede en Sangolquí, provincia de Pichincha. Durante los catorce números que hasta el presente ha publicado esta revista han sido numerosas sus contribuciones relacionadas con los mamíferos del país.


Así llegamos a 2019, cuando la Asociación Ecuatoriana de Mastozoología, basada en los objetivos de su creación e inspirada en el apoyo a la difusión del conocimiento científico, publicó el primer número del boletín Mammalia aequatorialis, una revista anual especializada en artículos científicos sobre los mamíferos del país.


Hasta este punto he realizado un breve análisis del camino recorrido por la publicación científica en el Ecuador, con especial atención a la mastozoología. Sin embargo, generar y publicar estudios científicos no es suficiente. También es necesario que exista un libre acceso a esta información, en lo que se conoce como la “democratización del conocimiento”.


Quienes empezamos a dar nuestros primeros pasos en el campo de las ciencias durante el siglo pasado, en un país como el Ecuador, sabemos lo difícil que era acceder a este tipo de información. Una época en que el Internet no existía y conseguir una publicación científica no era una tarea sencilla. Debíamos buscar referencias en la literatura citada de las contadas fuentes a las que teníamos acceso, para seleccionar algunas y luego escribir cartas a amigos o conocidos en alguna universidad de los Estados Unidos y pedirles que nos envíen fotocopias de dichos artículos. Luego de un ir y venir de cartas, proceso que tomaba varios meses, podíamos contar con algunas referencias que habíamos pensado que nos serían de utilidad. Aunque, podíamos equivocarnos, y con frecuencia lo hacíamos, pues no era extraño solicitar artículos que finalmente eran de poco interés para nuestro objetivo.


Esa era la manera de como accedíamos al conocimiento en el siglo pasado y así fue como logré obtener muchas de las referencias bibliográficas que empleé durante la redacción de mi tesis de licenciatura en biología, allá por 1994.


Por este motivo, en mi opinión, uno de los principales méritos que tiene el Internet es la difusión rápida y en tiempo real del conocimiento. Sin embargo, mucho de este conocimiento no es accesible para todos. De hecho, la gran mayoría de los investigadores del denominado Tercer Mundo no tenemos acceso a una buena parte de esa información, pues es pagada y su costo no es económico.


Sí. Esa es la verdad. Vivimos en un mundo desigual en donde ni la riqueza, ni los derechos, peor aún el conocimiento, están bien repartidos. Mientras que un investigador del Primer Mundo, por uno u otro motivo, tiene acceso libre e ilimitado a toda la información científica actualizada que requiere, en nuestro caso, hasta hace poco tiempo, solo podíamos avanzar hasta que en la página web que visitábamos nos aparecía un mensaje en donde debíamos ingresar los números de nuestra tarjeta de crédito. En ese momento debíamos decidir entre comprar un artículo científico o guardarnos ese dinero para mantener a nuestra familia.


Es ahí en donde, una vez más, entraban en escena los amigos y colegas, para mediante el envío de unos cuantos correos electrónicos solicitarles copias digitales de los artículos que buscamos y, así, evitarnos el pago de no menos de 30 dólares de los Estados Unidos por su descarga (por artículo). Sin embargo, si consideramos que para un estudio promedio se requiere de unas veinte o más referencias bibliográficas, ya podemos hacer las cuentas del presupuesto necesario.


Este escenario se mantendría sin cambios de no ser por Alexandra Elbakyan, una joven científica nacida en Kazajistán durante la época de la antigua Unión Soviética. Ella desarrolló Sci-Hub, un portal pirata en Internet que está disponible desde 2011 y ofrece acceso libre y gratuito a más de 84 millones de artículos científicos. Como es obvio, el aporte de Elbakyan no ha sido visto con buenos ojos por las grandes editoriales del planeta y sobre sus hombros pesan varias demandas que suman decenas de millones de dólares en compensación.


Lo cierto es que aquellas demandas no aclaran que muchas de las descargas ilegales corresponden a artículos científicos que fueron realizados con especies o material originado en los países que ahora sus investigadores, sin recursos económicos para la ciencia, se ven limitados al no poder pagar por ellos. Tampoco aclaran que son miles los investigadores del Tercer Mundo que no han recibido una compensación económica por publicar sus trabajos en dichas revistas y que incluso en muchas veces debieron pagar para publicar sus investigaciones. Para terminar, las grandes editoriales tampoco toman en cuenta que sin el apoyo de Sci-Hub muchos de los millones de dólares en que asumen sus pérdidas económicas nunca los hubieran recibido, pues, como es mi caso, debido a limitaciones económicas, rara vez hubiera pagado por ellos.


Esta es la desigualdad en la que se genera el conocimiento científico. Por este motivo, tengo la esperanza de que en algún momento esta información sea libre para todos y en donde no existan barreras económicas que limiten su acceso. De momento, solo puedo decir ¡Gracias Alexandra por tu contribución! Muchos de los artículos científicos y libros que he escrito en el último lustro se los debo a tu aporte.


Así llega el segundo número de Mammalia aequatorialis, una de las pocas, o quizá la única, revista científica arbitrada especializada en la mastofauna de un país en particular. Ecuador es megadiverso y su riqueza biológica inmensurable. Mammalia aequatorialis está lista para contribuir con la difusión de esta riqueza, de forma gratuita y de acceso libre para todos, tanto para quien escriba como para quien lea sus páginas.

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Publicado

2020-12-18

Cómo citar

Tirira, D. G. (2020). La democratización del conocimiento. Mammalia Aequatorialis, 2, 7–10. https://doi.org/10.59763/mam.aeq.v2i.10

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Editorial

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